" Pobre Vieja ! "

Hace 4 meses me atropelló un carro en Bogotá.
En horas del mediodía un
vehículo descontrolado me atropelló sobre el andén luego de haber estrellado a
otro carro.
De mis lesiones originales, sólo restan el ardor intermitente en la coyuntura de un dedo meñique, una mancha de cicatrización que se niega a desaparecer de mi pómulo izquierdo y un temor supuestamente exagerado hacia carros, motos y bicicletas.
Aunque no se emprendió ni se dedujo de oficio una acción legal de reparación, considero responsables y nocivos a los siguientes actores, algunos de los cuales no siempre se dan por aludidos:
- A la conductora, por su impericia para manejar, por su actitud desconsiderada frente a la víctima y por su preocupación exagerada por los daños materiales de su vehículo.
- Al conductor del vehículo estacionado sobre el andén, por cuanto al bloquear el paso de los peatones nos obligaba a circular más cerca de la calzada.
- Al dueño de la casa frente a la cual ocurrió el atropello, por reducir la capacidad del andén al extender sobre él la rampa de acceso a su garaje.
- A quienes pavimentaron frente a esta casa, por dejar la calzada y el andén a un mismo nivel y sin mediar siquiera pintura, taches o un sardinel.
- A los funcionarios estatales competentes por no ejercer su autoridad para corregir estas anomalías.
- A los patrulleros de la policía de tránsito que minimizaron los hechos y dilataron el levantamiento del informe de accidente y procedimientos subsiguientes.
- Al personal de la ambulancia, por intentar convencerme que no necesitaba trasladarme a una clínica y por lavar muy mal mis heridas de cara, manos y piernas.
- Al empleado de la clínica, por intentar tergiversar mi versión para su informe, negándose a hacer explícito que fui atropellado sobre el andén.
- A los funcionarios judiciales por paralizar sus actividades.
- En fin, muchos responsables para tan pocas lesiones.
No obstante, las anomalías narradas son demasiado frecuentes en Bogotá y casi nada efectivo se hace para remediarlas.
Además, resulta al menos curioso que muchas de las personas a quienes narraba posteriormente lo acontecido sólo atinaban a decir: "pobre vieja …" cuando se enteraban que la agresora conducía un carro nuevo y que antes que a mí había chocado a otro carro.
Esta vez fui afortunado. Un niño, un anciano, un enfermo habrían corrido con la misma suerte ?